Con frecuencia, nos preocupamos de forma exagerada por todo lo que nos ocurre, sin pararnos a pensar si, realmente, lo sucedido tiene la importancia que nosotros le hemos otorgado.
Nos preocupamos o nos enfadamos de igual forma por una pequeña tontería o por un grave problema.
Todo nos altera, todo nos saca de nuestro equilibrio
En esta vida de prisas y estrés, cargamos con una tensión permanente, como si fuera una nube que cubre nuestra cabeza y nos impide diferenciar lo que es prioritario de lo que no.
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APRENDER A RELATIVIZAR
Cuando sucede algo que es realmente significativo, como una enfermedad de un familiar, un accidente o una pandemia, debemos aprender a preocuparnos por los hechos que sí son de verdad relevantes y relativizar aquellas otras pequeñas anécdotas en lo que antes perdíamos nuestra energía.
Creo que un aprendizaje que podemos sacar de estas numerosas crisis, que estamos atravesando los últimos años, es aprender a diferenciar entre cuáles son los problemas que realmente son esenciales y merecen nuestra atención, y qué otros sucesos, que antes nos preocupaban y nos estresaban, podemos dejar pasar porque no merecen que les demos el poder de alterarnos.
Ramón Soler, Psicólogo