En una de aquellas tiendas, tras entablar conversación con el vendedor, el hombre comenzó a hablarnos de sus hijos. Estaba muy orgulloso de sus dos hijas mayores, que habían conseguido ir a la Universidad, pero cuando nos comentó que también tenía un “varón”, el pequeño de los tres, torció el gesto.
Según nos dijo, el chico no había sido buen estudiante, de hecho, había pasado por “catorce colegios” (palabras textuales) y en ninguno de ellos, había logrado integrarse. No estudiaba, sacaba malas notas, era un niño nervioso y molestaba a sus compañeros de clase.
El hombre nos explicó que, sin embargo, el niño sí que había destacado en un ámbito. Al parecer, llegada la adolescencia, se convirtió en un magnífico deportista.
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—¡Qué bien que, al final, encontrara su verdadera vocación, a pesar de la escuela!— le dijimos nosotros, alegrándonos por el muchacho. Además, le gustaba leer y estudiar todo lo que tuviera que ver con la fisiología del deporte, la alimentación, prevención de lesiones, etc. Todo lo relacionado con el deporte le apasionaba y lo estudiaba sin problemas. De hecho, el chico acabó dedicándose profesionalmente a entrenar y a promocionar el deporte entre los jóvenes.
— Emm... bueno, ya, pero no era buen estudiante —replicó él algo dubitativo.
—¿Y le gusta lo que hace?—le preguntamos nosotros, casi al unísono.
—Sí, claro. Está encantado y no para de estudiar todo lo que tiene que ver con su trabajo —respondió, esbozando la única sonrisa que, hasta entonces, no había mostrado al hablar de su hijo.
NO ERA MAL ESTUDIANTE
En realidad, el chico no era torpe, ni mal estudiante. Seguramente las asignaturas del colegio no le atraían y se aburría en clase. Y, cuando encontró lo que de verdad le gustaba, se interesó y lo estudió a fondo.
La conversación no duró mucho más. Nos despedimos para seguir con nuestra visita al pueblo, pero el encuentro con este señor nos dejó un sabor agridulce. El chaval había conseguido encontrar algo a lo que poder dedicarse, en lo que era bueno y que le hacía disfrutar y ser feliz.
Sin embargo, nos pareció que aquel muchacho siempre sería la oveja negra de la familia y cargaría con el estigma de “el mal estudiante que no fue a la Universidad”.
UN SISTEMA ESCOLAR EXCLUYENTE
Desconozco si las hijas de este señor terminaron trabajando en algo relacionado con lo que estudiaron y si tendrán una vida laboral tan satisfactoria como la de su hermano. La mayoría de los niños acaba adaptándose a un sistema educativo rígido, basado en el estudio memorístico de materias teóricas impuestas, que no prima, ni potencia, las cualidades ni la vocación individual de los alumnos.
El sistema actual de aprendizaje en nuestras escuelas es restrictivo y exclusivo (de excluyente), si no te adaptas a sus imposiciones acabas siendo marginando por el propio sistema y, en muchas ocasiones, por tu propia familia y por la sociedad, por lo que terminas con un halo de fracasado que acaba acompañándote de por vida
Los niños que se adaptan al sistema, a costa la mayoría de las veces de sacrificar sus verdaderas inclinaciones, acaban llegando a la Universidad, que está basada en los mismos principios, y consiguen terminar sus estudios sin muchos problemas.
Se nos ha inculcado que el objetivo para ser feliz es hacer una carrera universitaria y, quizás, esto no sea del todo cierto o, al menos, no sea así para todas las personas.
Este breve encuentro nos dejó con muchas preguntas, te las traslado aquí:
-¿Está nuestro sistema educativo preparado para detectar y atender adecuadamente las individualidades de los alumnos o, simplemente, margina y medica a los que se apartan de lo establecido?
-¿Qué habría de sido de tantos y tantos niños fracasados, con baja autoestima, y con vidas desgraciadas, si se les hubiera dejado aprender lo que de verdad les interesaba y les estimulaba en vez de obligarles durante años a “pelearse” con materias estériles para ellos?
-¿Maltrata el sistema escolar a los niños que no les interesa las materias tradicionales al intentar “amoldarlos” y adoctrinarlos?
Ramón Soler, Psicólogo