En estos días en torno a Halloween, nos vemos rodeados de esqueletos, sangre y murciélagos.
Lo que para la mayoría es motivo de fiesta y diversión, para algunas niñas y niños sensibles puede convertirse en una auténtica pesadilla.
Estos niños viven sus emociones de forma muy intensa y una calavera de juguete puede provocarles auténtico pavor. Sus cabezas imaginan situaciones de persecución o de peligro y el sufrimiento es tan real que evitan salir de casa y rechazan acudir a cualquier tipo de fiesta relacionada con Halloween.
Acompañar en vez de forzar
En lugar de ignorar sus emociones y forzarles a disfrazarse para ir a la fiesta del colegio, debemos acompañarles, respetar su miedo, pero también darles herramientas para que lo puedan manejar y no les limite en su vida.
El miedo es una emoción útil, como todas. Nos avisa de posibles peligros y nos prepara para luchar o huir, según sea necesario. Es una emoción que nos ayuda a sobrevivir.
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Enseñar a distinguir entre miedo real y miedo imaginario
Mi trabajo con estos niños y con sus familias es ayudarles a entender la emoción del miedo, no a reprimirla. Pero les enseño a diferenciar cuándo ese miedo es real y necesario de cuándo no. Les acompaño para que sepan diferenciar los peligros reales de los peligros de ficción, para que puedan disfrutar estos días con sus amigos.
Les enseño a reconocer que en una película de terror, hay actores, cámaras, efectos especiales y música que pretenden provocar miedo, pero que no son reales. En este sentido, ayuda mucho ver el making of de esas películas, donde cuentan los secretos de cómo fueron rodadas.
Incluso, les animo a que hagan sus propios guiones y rueden sus propias escenas de miedo, disfrazándose y maquillándose. Puede ser un bonito ejercicio para hacer en familia. De esta forma, van entendiendo que existe un miedo «no peligroso» que puede ser hasta divertido.
Ramón Soler, Psicólogo
 


 
 
 
 
 
