En algunos entornos, la palabra “límites” levanta muchas suspicacias.
No debemos confundir el hecho de acompañar a nuestros hijos, desde el respeto, en el descubrimiento de sus propias fronteras (fronteras que cambian y mutan a medida que el niño crece), con la idea de limitarles en su crecimiento.
Los niños que reciben un acompañamiento respetuoso, que son cuidados, amados, que aprenden que hay que cuidar, amar y respetar a los otros, son niños empáticos y cooperativos.
Estos pequeños no han sido limitados, han crecido dentro de un marco seguro, en el que han podido madurar sus habilidades y cumplir sus necesidades de desarrollo de forma autónoma y protegida.
Los niños que crecen sin marco, sin acompañamiento, ya sea por exceso de coacción o por falta de sostén, son personas que acaban perdidas, con baja autoestima, que reaccionan centrándose en sí mismas, incapaces de empatizar y de comprender el dolor y el sufrimiento ajenos.
Las madres y los padres somos los responsables del cuidado y del bienestar emocional de nuestros hijos.
Cada familia, según sean sus particularidades, crea su propio entorno seguro.
Los adultos son los encargados de proporcionarle a sus hijos este marco en el que crecer siendo respetados y aprendiendo a respetar.
No tenemos que limitar continuamente a los niños, solo hemos de crear un entorno propicio en el que puedan crecer cumpliendo, sin presión, sus verdaderas necesidades de desarrollo.
Un marco seguro en el que existen unos límites mínimos de convivencia y respeto que todos debemos conocer y cumplir.
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CÓMO CREAR ESTE ENTORNO SEGURO
En primer lugar, hemos de predicar con el ejemplo. Los niños crecen aprendiendo a respetar libremente, sin coacciones, cuando son respetados, cuando crecen libres de manipulaciones o amenazas.
En segundo lugar, existe una forma muy sencilla de mostrar a los hijos los límites necesarios para poder convivir en sociedad, desde el respeto y sin tener que recurrir a la coacción: “explicar el porqué de las cosas”.
Con frecuencia todos escuchamos a muchos padres y madres regañar a sus hijos diciéndoles “no puedes hacer esto” sin darle ninguna otra explicación. Esto resulta desolador para el niño y no es nada instructivo.
Por el contrario, si les vamos explicando “si pegas a otro niño, le duele” o “si insultas a otro niño, se va a sentir mal”, van integrando en su interior las normas de convivencia en sociedad que comentábamos anteriormente.
A medida que nuestros hijos crecen, este marco familiar se amplia y se adapta a la edad de los niños. No dejamos cruzar la calle solo a un bebé de catorce meses, sin embargo, con seis años, los niños ya son conscientes de que tienen que mirar a los lados antes de cruzar porque los coches y las motos son peligrosos.
Ramón Soler, Psicólogo