Las palabras que los padres les dirigen a sus hijos, los niños las asimilan y las creen sin dudar de su veracidad.
PALABRAS QUE CONDENAN
Si, desde muy pequeño, lo único que ha oído el niño son cosas como “eres un inútil”, “nunca serás capaz de llegar donde yo he llegado”, “cuida de tu hermana” o “tú serás el báculo de mi vejez”, no es de extrañar que estas frases calen hasta lo más profundo del niño y acabe cumpliendo estas órdenes.
Con el tiempo, este niño acabará convirtiéndose en el que fracasa en todo lo que hace, en la que tiene que cuidar a toda su familia olvidándose de ella misma o en el que es incapaz de quejarse cuando algo no le gusta y termina siendo abusado por todo el mundo.
EL JOVEN QUE SE AISLÓ DEL MUNDO
Recuerdo a Francisco, un joven de apenas veinte años, que acudió a mi consulta porque sentía un bloqueo tremendo cuando tenía que hablar con alguien.
Siempre había sido reservado, pero la inseguridad que experimentaba cuando tenía que pagar algo en una tienda o, incluso, estando con sus amigos, le hacía evitar todas las situaciones sociales.
Para sortear cualquier encuentro con otras personas o amigos, solía pasar largos periodos sin salir de casa.
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SU CASO EN TERAPIA
Trabajando su historia nos encontramos con un padre violento y muy despectivo con sus hijos.
No valoraba nada de lo que hacían y cada juicio de valor que realizaba sobre ellos era negativo.
Nunca había tenido una palabra o un gesto amable con ninguno de ellos.
Era un hombre amargado por no haber progresado en la vida como le hubiera gustado, que descargaba sus frustraciones con las personas más débiles que tenía a su alrededor, sus hijos.
En una de sus sesiones Francisco me dijo estas palabras tan significativas:
“¿Cómo iba a ser capaz de hablar con la gente o cómo iba a tener autoestima, si mi padre siempre me ha menospreciado y, desde muy pequeño, cada cosa que me decía era negativa?”
SIEMPRE SE PUEDE SANAR
A pesar de todos los años de oscuridad y sometimiento, en la consulta he podido comprobar cómo siempre hay una parte muy profunda, un Yo interior, que sabe cómo es realmente ese niño y que nunca creyó lo que le decían sus padres.
Aunque esa pequeña fracción de su Yo fue enterrada bajo gruesas capas de órdenes y mandatos repetidos durante años a lo largo de la infancia, nunca llegó a desaparecer del todo.
Francisco me comentó en una ocasión, que a lo largo de su vida más de una vez había experimentado una pequeña duda o había oído una voz interior que les susurraba que algo no iba bien y que necesitaban profundizar para conocer su verdadero yo.
El trabajo para que una terapia sea eficaz consiste en poder conectar y darle voz a aquella parte nuestra que enterramos para sobrevivir en un mundo que quería modelarnos a su antojo y que no nos aceptaba tal y como éramos.
Poco a poco, nuestro Yo interior va recobrando su voz, podemos entender el pasado tal y como fue, podemos conectar con nuestra verdadera esencia y liberarnos del papel que nos fue impuesto desde pequeños y que no tuvimos más remedio que asumir.
Ramón Soler, Psicólogo
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