La palabra "disimular" viene del latín dissimulare y significa "ocultar, pretender otra cosa".
Hoy en día, el significado ha evolucionado a “ocultar o encubrir con astucia lo que se piensa o siente”.
Con respecto a la infancia, no estoy de acuerdo con el matiz negativo que, en la actualidad, envuelve a esta palabra.
Cuando una niña, un niño, disimula ante un adulto, suele hacerlo empujado por el miedo, la angustia, la vergüenza y, a veces, el terror.
Una niña, un niño, que se ve obligado a disimular, lo hace porque no se siente seguro, porque teme la represión, el juicio, el castigo de los adultos de su alrededor.
Los niños no disimulan por astucia, disimulan por miedo: los daños que producen en la psique de las personas premios, castigos, represiones y chantajes son profundos e insidiosos.
Premios, castigos, represiones y chantajes jamás son una solución, suponen siempre un daño. Nunca deben ser tomados a la ligera.
Las represiones, los premios, los castigos, los chantajes que reciben los niños funcionan como una honda expansiva que, herida emocional tras herida emocional, va erosionando y destruyendo la voluntad, la fuerza interior y la autoestima de la persona.
En este entorno hostil, disimular permite a los niños protegerse, cuidarse, evitar dolor y sufrimiento.
Si nuestras hijas e hijos crecen libres de premios, castigos, chantajes y represiones, es decir, libres de todo este dolor emocional, pueden mostrarse, ante nosotros, sin disimulo.
Si nuestras hijas e hijos pueden comportarse tal y como son, sin fingir, sin ocultarse, crecen, además de seguros de sí mismos y con una alta autoestima, aprendiendo a reconocer lo que realmente es verdadero de lo que no, aprendiendo a reconocer a las personas que realmente disimulan con mala intención y pueden suponer un peligro para ellos.
Ramón Soler, Psicólogo